viernes, 21 de marzo de 2014

En Lules, el progreso bajó de un tren

Martes 21 de Marzo de 2014.

Alberto Horacio Elsinger
LA GACETA
aelsinger@lagaceta.com.ar

Desde la llegada del camino de hierro, Lules comenzó a delinear su propia fisonomía. La ciudad cabecera del departamento fue liberándose de los sistemas precarios de transporte. El hombre de campo comenzó a arrimarse a la ciudad. Asimismo los luleños que producían frutas y hortalizas comenzaron a vender sus productos en la estación ferroviaria, que funcionó por más de un siglo.

FACHADA. El frente de la estación ferroviaria de Lules, al fondo de la 9 de Julio, la terminal de paso del ramal CC-12 aún conserva su estructura edilicia. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL.


“El ferrocarril permitió construir un mundo con las comodidades de lo urbano donde no existía nada de eso decenas de años antes. Costumbres ciudadanas que hoy vemos con naturalidad se extendieron gracias al ferrocarril que provocó un acercamiento del mundo de lo rural y lo urbano”, afirmó a LA GACETA, Alicia Alicata, profesora de historia y geografía del Colegio Padre Manuel Ballesteros de Lules e investigadora del pasado de ese municipio ubicado a 20 km al sur de San Miguel de Tucumán.

Desestructurador

La docente del nivel medio destacó, sin dudarlo, que la vida en diversos poblados transcurría sumida en sus propias costumbres; y que el ferrocarril vino a desestructurar todo esto. “La calle de comercio se extendió hasta la estación, la ‘vuelta al perro’ también cambió de zona y los locales con novedades se ubicaron próximos a la estación ferroviaria”, afirmó.



En los poblados ya existentes, el ferrocarril se ubicó en los bordes del ejido urbano. En ese sentido, la profesora Alicata aclaró que eran diferentes a las colonias ferroviarias, donde las estaciones quedaron en el centro de la ciudad. “De todas formas, la fisonomía de los pueblos, como acá en Lules, cambió rotundamente con la llegada del tren. Se crearon zonas de fincas y cañaverales, de talleres, de comercios, como así también la aparición de elementos propios de la vida urbana como las columnas de iluminación francesas y los relojes suizos; también traía la moda desde Buenos Aires”, relató.

Películas y maquinarias

Germán Graneros, también docente, de 47 años de edad, destacó: “otras de las cosas que trajo el ferrocarril a los pueblos fueron las películas para el cine, la maquinaria para los ingenios azucareras o agrícolas, para las fincas, los elementos de iluminación, la ropa, que se compraba por catálogos. Estos se encontraban en peluquerías y en remates”.

El Palo Carril 

Antes de la llegada del camino de hierro a Lules, en 1875, Esteban Gamboa -comerciante- y Juan Domínguez, director del departamento de Agricultura, impulsaron la iniciativa de construir un palo carril (vagón de tren tirado por animales) desde la villa de Lules hasta la capital tucumana.



“El Palo Carril, tirado por caballos, debía partir desde la Acequia de la Patria en la Capital, y marchar por una vía lo más recta posible hasta llegar a la margen del río Lules”, describe José María Mesurado en su libro “Memorias de un pasado” sobre los orígenes de San Isidro de Lules.

La trocha a usarse, según Mesurado, era la angosta -de un metro de ancho- y como no iba a construirse sobre caminos públicos se pedía la colaboración de los señores Chenaut, Padilla, Nougués y Dermit para permitir el paso de este transporte a tracción sangre y mecánica, por sus propiedades.

Fechas disímiles

Si bien es cierto que el ramal CC-12, del ex Ferrocarril del Noroeste Argentino libró al servicio, el tramo Monteros-San Miguel de Tucumán- el 20 de septiembre de 1889, el recientemente fallecido historiador de Lules, Roque “Chicho” Bongiovanni recuerda, en una publicación, que su padre llegó a la Argentina en 1909 cuando el ferrocarril llegaba desde el sur (Alberdi-Concepción-Monteros) hasta la estación San Rafael. “El traslado de la gente desde esa estación hacia Lules se hacía a caballo, en sulkys, jardineras, carros, etcétera”, escribe Bongiovanni.



“Don Chicho” añade que el tendido de las vías, desde San Rafael hasta la capital tucumana, se inició en 1909 y concluyó en 1911. Pero el 21 de noviembre de 1910, según los archivos ferroviarios, se inauguró el ramal CC-18. El trazado unía la estación 24 de Septiembre, en avenida Roca donde hoy se encuentra el barrio 24 de Septiembre, con Yerba Buena.

En 1884, el escritor italiano Edmundo D’Amicis (1846-1908), vino a Tucumán. Llegó por tren, el 9 de mayo, a las 10, en un vagón especial que se detuvo previamente en Lules, para complacer a la nutrida colonia italiana, de esa población, que quería saludar al autor de “Corazón”. El libro es concebido en la forma de un diario personal de un niño, Enrique, a través de su año escolar como alumno de tercer grado en una escuela municipal de Turín, alternado con narraciones de tono emotivo.

Anécdotas

Bogiovanni recuerda que en la “Bomba i’Lules” se instaló un hidrante que alimentaba de agua a las máquinas del ferrocarril que funcionaban a leña. El historiador luleño evocó al tren, que entre 1927 y 1928 transportaba a los tucumanos y a los turistas que querían visitar y conocer lugares pintorescos entre la capital y Lules. Salía sábados y domingos, desde El Provincial, en avenida Roca, entre Buenos Aires y Chacabuco, a la mañana y regresaba desde Lules a las 17.45.



El escritor británico Leslie Poles Hartley sabía pregonar: “el pasado es un país extranjero. Desde allí se hacen las cosas de manera diferente”.

DESDE EL ANDÉN


VENDEDORES.- Los habitantes de Lules que producían frutas, hortalizas y comidas en el apogeo del ferrocarril vendían sus productos a los pasajeros de los trenes en la estación local. En canastos ofrecían tomates, pepinos, pimientos, higos, naranjas, mandarinas, limones, tuna y manufactura propia como quesadilla, empanadillas, empanadas, tamales, cigarros de chalas y otros a los que denominaban cubanitos porque no tenían la punta atada como los chalas.



INMIGRANTES- El 80% de los inmigrantes radicados en Lules provenían de Italia (Sicilia, Calabria, Piamonte, Cerdeña, Bari y Nápoles). Los españoles le seguían en número y luego estaban los de orígen árabe, sirio y libanés. Y algunos polacos, alemanes y portugueses. La segunda corriente inmigratoria es la boliviana, que ascienden a casi 6.000 personas, de más reciente radicación. La mayoría trabaja en tareas rurales vinculadas con la frutilla, el arándano, las hortalizas y citrus, entre otras.

LA DILIGENCIA.- En los albores ferroviarios luleños se instaló, en las inmediaciones de la estación, una diligencia para el transporte de pasajeros al interior del departamento. También aparecieron los changarines, que acarreaban los bultos, equipajes y mercadería de los pasajeros y de los almacenes.

VISITA.- Numerosos visitantes locales y foráneos solían recorrer las instalaciones (hoy inexistentes) del ingenio Lules. Les atraía el chalet donde vivió Clodomiro Hileret. También recorrían la vieja usina eléctrica de la Quebrada, que durante muchos años proporcionó energía a San Miguel de Tucumán.

http://www.lagaceta.com.ar/nota/583644/lules-progreso-bajo-tren.html

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